martes, 1 de septiembre de 2015

El fútbol que todo lo puede

María Arrabé es una voluntaria española que visitó Senegal a través de un proyecto de la ONG Viento Norte-Sur. En su experiencia, que tuvo su espacio en El País de España, el fútbol tuvo su lugar y ayudó por intermedio de una acción de María a romper algunos tabúes dentro de la sociedad en la que realizó el voluntariado en el interior del territorio senegalés. La repasamos. 

"Justo dos días antes de volver a España, se jugó una competición entre los pueblos colindantes. Aquello parecía el Barça - Real Madrid, por la expectación que se creó. Yo tendría que haber ido, como me dijeron el día anterior, en el autobús de los jugadores, junto con los otros dos chicos voluntarios. Pero justo cuando me iba a montar, me dijeron que yo no podía ir con ellos. No supe las razones ni de quién venía la orden.

Ese golpe de machismo me dio bien fuerte, pero mantuve la calma, y no quise crear más problema. Me fui en el bus de las mujeres. Y digo mujeres porque solo las mujeres pudieron ir. El jefe del pueblo prohibió a las niñas asistir al encuentro, o eso nos dijeron.
Una vez llegué al campo, los jugadores hicieron un círculo y me aplaudieron. Eso me reconfortó, fue un guiño para hacerme saber que tenía su apoyo. El equipo estaba muy ilusionado y, a pesar de no tener botas de tacos —solo tenían unas cangrejeras que compartían si había algún cambio—, lo iban a dar todo para ganar.

En una jugada, nuestro portero cayó lesionado y el árbitro pidió asistencia. Como fisio, yo era la encargada de salir con el botiquín. Una acción que en España había hecho muchas veces sin mayor transcendencia. Pues allí, según salí corriendo para atender a nuestro jugador, se organizó un tremendo revuelo. Cuanto más me acercaba a él, más ensordecedor era. Escuchaba de todo: ovaciones, pitos, aplausos y abucheos. Yo solo pensaba en hacer mi trabajo, por lo que no podía mirar lo que estaba ocurriendo, sólo lo escuchaba. Cuando volví al banquillo (que no era tal), los otros voluntarios me pusieron al día de lo que había ocurrido: las mujeres de Ndiawara estaban saltando de alegría entre aplausos y sonrisas. Y es que para ellas, mi gesto había sido un gran paso para la mujer en aquel mundo de hombres".

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