viernes, 14 de junio de 2013

La historia de un nigeriano en Brasil

[Vía Fifa.com] No son muchos los futbolistas nacidos en África que han emprendido una carrera en Brasil. Pero por lo menos hay un ejemplo que demuestra lo exitoso que puede ser ese camino. Preguntémosle a Richard Owubokiri. 

El exdelantero, actualmente agente de jugadores dedicado al mercado de fichajes y empresario del sector inmobiliario que vive en el noreste de Brasil, se marchó de Nigeria recién salido de la adolescencia, a principios del decenio de 1980, para probar suerte como profesional en el país del fútbol por excelencia. Lo convencieron dos técnicos brasileños, a pesar de las incertidumbres que acompañaban a una transición muy poco común, después de triunfar durante algunas temporadas en su tierra natal, con el Sharks y el ACB de Lagos. 

Y esa decisión acabó siendo crucial para que Richard pueda hablar hoy avalado por una experiencia de 19 campañas como prolífico delantero centro, que llegó a ser el segundo máximo goleador de Europa. Fue una etapa tan importante en su vida que, después de afrontar nuevos retos y competir en países como Portugal, Francia y Qatar, no lo duda a la hora de señalar a Brasil, y más concretamente a Salvador, la capital de Bahía, como su nuevo hogar. Allí es donde pasó a ser conocido simplemente como Ricky. 

“Aquí las cosas fluyeron. Cuando llegué, la gente no me conocía, pero corrí tras mis objetivos y los alcancé. Salvador es mi segunda ciudad, me siento muy bien aquí”, explica a FIFA.com.

Con acento de Salvador
Era 1983 y, a decir verdad, dar el salto a Brasil no parecía algo irracional. A sus 22 años, ya había trabajado en Nigeria con dos entrenadores brasileños: Luciano de Abreu, que lo había dirigido en el Sharks, y el legendario Otto Glória, quien había hecho época en Portugal al frente de equipos históricos del Benfica y de la propia selección lusa que fue tercera de la Copa Mundial de la FIFA Inglaterra 1966™. Ambos lo convencieron, y facilitaron su viaje.

Al principio, el plan era incorporarlo al América, en Río de Janeiro, potencia durante la primera mitad del siglo que, poco a poco, había ido perdiendo espacio ante sus potentes rivales de la élite carioca. No obstante, por aquel entonces era una formación competitiva, lo que dificultaba la incorporación de cualquier futbolista joven, y más aún si procedía del extranjero.
Pero para Richard no supuso una pérdida de tiempo: estudió portugués con la ayuda de sus antiguos mentores y de profesores, y en 1984, en vez de permitir que la frustración lo llevase de vuelta a casa, decidió recorrer algo más de 1.200 kilómetros hacia el norte por la costa brasileña para fichar por el Vitória, mudándose así a Salvador. “Es un lugar que tiene un clima diferente. Es especial”, dice el nigeriano, que habla portugués con soltura y un innegable acento de Salvador.

Así pues, como ciudadano adoptivo, podrá ejercer de anfitrión para sus compatriotas, que por una agradable coincidencia jugarán allí en la Copa FIFA Confederaciones Brasil 2013, donde se medirán el 20 de junio con Uruguay en el remodelado Arena Fonte Nova. En la expedición nigeriana está Stephen Keshi, seleccionador de las Súper Águilas. “Fuimos compañeros de habitación cuando jugamos juntos en la selección. Es un buen amigo mío. A veces charlamos, será un placer poder verlo de nuevo aquí”.

Para conocer
Salvador fue la primera capital de Brasil, hasta 1763, y cuenta con 2,7 millones de habitantes, que hacen de ella la tercera ciudad más populosa del país. Según datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), un 80% son descendientes de africanos. No es casualidad que, en 2011, después del XXI Encuentro Iberoamericano de Afrodescendientes, con la participación de la Presidenta Dilma Rousseff, fuese nombrada Capital Negra de Latinoamérica, un título simbólico que rinde homenaje a la influencia africana que ha dejado su impronta en la cultura local, desde la religión hasta la gastronomía, pasando por la música y la danza.

Estos aspectos, como es lógico, facilitaron la adaptación del nigeriano, aunque fue dentro del campo donde terminó consolidándose como una figura. Marcó su primer gol con el Vitória en el partido de su debut, precisamente en el gran clásico regional, el Ba-Vi, contra su acérrimo adversario, el Bahía. Y mejor aún, lo hizo un día después de celebrar su 24º cumpleaños.
Disputaría otras dos temporadas en el club rojinegro, en el que anotó más de 60 tantos, antes de poner rumbo a Europa, donde vistió los colores de Laval y Metz, en Francia, además de Benfica, Estrela Amadora, Boavista y Os Belenenses, en Portugal. En el tramo final de su carrera, compitió en el Al Arabi de Qatar y el Al Hilal de Arabia Saudí. En el Boavista, en 1991/92, logró repetir el éxito que tuvo en los campos de Bahía, al proclamarse máximo realizador de la liga portuguesa -en el video un triplete ante el Paços Ferreira- y segundo de toda Europa, detrás del neerlandés Wim Kieft.

En 1994, se enfundó de nuevo la camiseta del Vitória, aunque su segunda etapa fue breve, antes de cambiar otra vez de aires. Sin embargo, tres años después estaba de vuelta. Y ya como futbolista retirado. Al oír el entusiasmo del nigeriano cuando describe la ciudad, se entiende perfectamente su decisión. Y la defiende como un auténtico guía turístico. “Salvador es fantástica. Si tuviese que dar algún consejo, serían sin duda las playas. Sobre todo, Porto da Barra, que ha sido elegida una de las playas más bonitas del mundo con toda la razón”, dice. “Aquí también tenemos el Pelourinho, además del Arena Fonte Nova, que ha quedado muy bonito. Salvador tiene muchas cosas. Quien venga no se arrepentirá”.

Y no recomienda la visita únicamente a los turistas, ni limitarla a Salvador. Ricky suele decir a los muchachos de su país que “el mejor lugar para aprender fútbol es Brasil”. Tan solo queda por saber cuándo habrá otros como él: dispuestos a seguir este camino extraordinario y conducidos por el deporte rey.

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